La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el autocuidado como la capacidad de las personas, las familias y las comunidades para promover y mantener la salud, prevenir enfermedades y enfrentarlas, con o sin apoyo profesional.
Fomentar el autocuidado implica adquirir herramientas, conocimientos y estrategias para afrontar el día a día, manejar el estrés y reconocer señales de alerta física o emocional.
De acuerdo con la Gaceta del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM, el autocuidado puede ejercerse en distintas áreas:
- Emocional. Conectarse con las emociones sin juzgarlas, reconociendo que no son buenas ni malas. Lo importante es cómo se gestionan.
- Físico. Involucra hábitos como el ejercicio regular, el descanso adecuado y una alimentación balanceada para cuidar el cuerpo.
- Intelectual. Estimular el pensamiento crítico y la creatividad a través del aprendizaje continuo.
- Social. Fortalecer vínculos que aporten bienestar, eligiendo conscientemente relaciones y actividades que hagan sentir bien.
Desde esta visión, el autocuidado abarca decisiones cotidianas y prácticas que impactan directamente en la calidad de vida. Entre ellas, la alimentación tiene un papel clave, especialmente en la dimensión física.
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